AD TORRES BLANCAS

Si alguna vez has ido al aeropuerto de Barajas seguro que has reparado en este icono del paisaje madrileño. Entramos en las Torres Blancas para fotografiar un ático reformado respetando la curvatura original. Madrid, 1969: el maestro Francisco Javier Sáenz de Oiza inaugura una inquietante torre de 21 plantas y 71 metros de altura. Seguidor de los experimentos residenciales de Le Corbusier y del racionalismo orgánico de otro grande, Frank Lloyd Wright, el arquitecto navarro quiso recrear toda una ciudad en este rascacielos, donde sus habitantes pudieran recogerse pero también socializar en la piscina de la azotea, trabajar e incluso comer gracias al restaurante de la última planta, que enviaba la comida a los apartamentos en un montaplatos. Aunque nunca fue blanco sino gris, de hormigón visto, ni tampoco se ideó revestido de mármol –como se ha escrito en alguna ocasión–, fue  bautizado como Torres Blancas, en plural, porque el proyecto original incluía una segunda mole gemela. Sáenz de Oiza la concibió como un árbol, con las raíces ocultas en el subsuelo, recorrido verticalmente por escaleras, ascensores e instalaciones, como si fueran las ramas, y con las terrazas curvas agrupadas en racimo a modo de hojas en la copa. “Yo sería feliz si las hormigas llegasen hasta arriba”, llegó a decir el genio.

Madrid, 2011: una pareja con dos niños, tras comprar un apartamento de las últimas plantas (fragmentadas por motivos económicos, de un piso de 400 m2 se obtuvieron cuatro de 90 m2), encarga su reforma a Héctor Ruiz Velázquez, un arquitecto puertorriqueño con estudio en Madrid, arriesgado en formas y hábil en el manejo de las tres dimensiones. “La distribución no respetaba el trazado curvilíneo original, y fue realizada en ángulos rectos que dividían la superficie en estancias inconexas –recuerda el proyectista–. Los tabiques eran como biombos añadidos que no sacaban lo mejor del espacio. No tenía el sello del autor, ni huella histórica, era un piso de un maestro del organicismo dividido como una tarta”. Los futuros inquilinos querían privacidad y espacios compartidos, buscaban ocupar la casa de manera lúdica y tener un salón-comedor amplio con cocina completa, dos baños y tres dormitorios.

view project